"Hemos creído en el amor". Carta de los Ministros Generales de la Familia Franciscana con motivo del VIII Centenario del nacimiento de Santa Isabel de Hungía, Patrona de la III Orden Franciscana.
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El próximo año 2007, celebraremos el VIII centenario del nacimiento de santa Isabel, princesa de Hungría, gran condesa de Turingia y penitente franciscana. Este año jubilar se abrirá el 17 de noviembre de 2006, fiesta de santa Isabel, y se cerrará el mismo día de 2007.
La Tercera Orden Franciscana la honra como patrona y toda la familia franciscana la cuenta entre sus glorias. Queremos aprovechar esta ocasión única para presentar su figura excepcional de entrega a Dios Padre, en el seguimiento de Cristo y en la disolución de todo su ser en el Dios-Amor.
El papa Benedicto XVI, en la encíclica programática de su pontificado,
Deus cáritas est, nos ha recordado cuál es la opción fundamental del cristiano expresada con estas palabras: Hemos creído en el amor de Dios. Ojalá nuestra fe salga fortalecida en este encuentro jubilar con santa Isabel que creyó profundamente en el amor.
En la vida de santa Isabel se manifiestan actitudes que reflejan literalmente el evangelio de Jesucristo: el reconocimiento del señorío absoluto de Dios; la exigencia de despojarse de todo y hacerse pequeña como un niño para entrar en el reino del Padre; el cumplimiento, hasta sus últimas consecuencias, del mandamiento nuevo del amor.
Se vació de sí misma hasta hacerse asequible a todos los menesterosos. Descubrió la presencia de Jesús en los pobres, en los rechazados por la sociedad, en los hambrientos y enfermos (Mt, 25). Todo el empeño de su vida consistió en vivir la misericordia de Dios-Amor y hacerla presente en medio de los pobres.
Isabel buscó el seguimiento radical de Cristo que, siendo rico, se hizo pobre, en el más genuino estilo de Francisco. Abandonó las apariencias y ambiciones del mundo, el boato de la corte, las comodidades, las riquezas, los atuendos de lujo... Bajó de su castillo y puso su tienda entre los despreciados y heridos para servirles. Fue la primera santa franciscana canonizada, forjada en la fragua evangélica de Francisco.
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Isabel pasó por esta vida como un meteoro luminoso y esperanzador. Hizo resplandecer la luz en el corazón de muchas almas. Llevó el gozo a los corazones afligidos. Nadie podrá contar las lágrimas que secó, las heridas que vendó, el amor que supo despertar.
Su santidad fue una novedad rica en matices y eminentes virtudes. Desde entonces ya no fueron solamente las mártires o las vírgenes las elevadas al honor de los altares, sino también las esposas, las madres y las viudas.
Isabel recorrió el camino del amor cristiano como seglar, en su condición de esposa y de madre; pero, después de la segunda profesión, fue una mujer plenamente consagrada a Dios y al alivio de la miseria humana.
La Tercera Orden de san Francisco, tanto la Regular como la Secular, se propone reavivar la memoria de su santa Patrona en el octavo centenario de su nacimiento y desea proponerla como luz y modelo de compromiso evangélico. La Familia Franciscana quiere honrar a la primera mujer que alcanzó la santidad en el seguimiento de Cristo según la "forma de vida" de Francisco.
Si evocamos su nacimiento, su personalidad singular y su sensibilidad, es para que, a través del conocimiento y de la admiración, también nosotros nos convirtamos en instrumentos de paz, y aprendamos a verter un poco de bálsamo en las heridas de los marginados de nuestro tiempo, a humanizar nuestro entorno, a secar algunas lágrimas. Derramemos la bondad del corazón allá donde falta la misericordia del Padre. Que el compromiso que vivió Isabel estimule nuestro propio compromiso. Su ejemplo e intercesión iluminarán nuestro camino hacia el Padre, fuente de todo amor: el bien, todo bien, sumo bien; la quietud y el gozo.
Roma, 17 de Noviembre de 2006, Fiesta de Santa Isabel