jueves, 31 de enero de 2008

Meditación para la Cuaresma



TIEMPO DE MISERICORDIA
Por Sor Ana María Primo Yúfera, o.p.
Casi todos los textos de la Liturgia de Cuaresma tienen un denominador común: la ¡misericordia!, porque, si nos invitan a la conversión, es porque hay Alguien que acogerá misericordiosamente nuestra indigencia.
Dice Isaías: «Sin embargo, aguardará Yahveh para haceros gracia y así se levantará para compadeceros, porque Dios de equidad es Yahvéh ¡dichosos los que en Él esperan!» (30,18).
La misericordia de Dios es la esencia de toda la Historia de la Salvación, el por qué de todos los hechos salvíficos. Dios es misericordioso, y ese divino atributo es como el motor que guía y hace la historia del hombre.
«Siervo mío eres tú, te he escogido y no te he rechazado. No temas, que contigo estoy; y no receles, que yo soy tu Dios» (Is 14,8-10).
Santo Tomás de Aquino escribe: «la misericordia es lo propio de Dios y en ella se manifiesta de forma máxima de su omnipotencia». No recuerdo bien a qué santa se lo reveló con estas sencillas palabras: «Carecerás de ayuda cuando, mi Corazón carezca de poder».
Alguien que anduvo 30 años a la búsqueda de Dios, nos cuenta: «Cuando al final lo encontré, abrí los ojos y descubrí que era Él quien me esperaba». Y comenta Cabodevilla: «Mientras el arrepentimiento anda a su lento paso, la misericordia corre, vuela, precipita las etapas, anticipa el perdón, manda delante, como heraldo, la alegría».
El campo de la misericordia es tan grande como la miseria humana que se trata de remediar, pues la misericordia es un aspecto del amor que, viendo en el otro la indigencia, impulsa a actuar para aliviarle. Dios es esencialmente amor misericordioso, volcado con impulso vehemente sobre nuestra pobreza... Canta el Salmista: «Tú, Yavé, no contengas tus ternuras para conmigo, que tu amor y tu verdad incesantes me guarden» (Sal 39).
«No contengas...» Intuye el corazón humano que es incontenible el amor, que Dios no se puede aguantar más y desciende como huracán sobre el polvo desvalido. «Tú eres un cobijo para mí» (Sal 31).
Es la debilidad atrapada por la misericordia, refugio único del pecador. «No hay otra Roca, yo no la conozco» (Is 44,8). Y San Agustín comenta en uno de sus sermones: «¿Dónde me esconderé de Dios?... ¿Dónde te esconderás, hermano?... En su misericordia. Nadie puede huir de Dios más que refugiándose en su misericordia».
Y es que Dios Padre, el Abbá, es más grande y más atractivo cuando es débil por amor. De ello nos da la razón la cruz, pues la medida de su misericordia nos la mostró de modo tangible e inequívoco en su Hijo. La misericordia de Jesús tuvo su máxima eficacia, porque en El habitaba la misma potencia de Dios.
Juan Pablo II, en la encíclica «Dives in misericordia» dice: «Este es el Hijo de Dios que en su resurrección ha experimentado, de manera radical en sí mismo, la misericordia, es decir, el amor del Padre que es más fuerte que la muerte. Y es también el mismo Cristo, Hijo de Dios, quien al término de su misión mesiánica, se revela a sí mismo como fuente inagotable de la misericordia».
¡Inagotable! Todo el evangelio es un chorro de misericordia. Jesús se da prisa en buscar la centésima oveja que se había perdido... Y comenta San Bernardo: «¡Maravillosa condescendencia de Dios que así busca al hombre; dignidad grande la del hombre que así es buscado!».
Inabarcables los gestos de Jesús: curó enfermos, se inclinó hacia ellos con su omnipotencia y devolvió la alegría de vivir a cuantos encontró en su camino. Ninguno fue despedido sin haber sido escuchado. Jesús sabe llorar con los que lloran, le da pena ver sufrir y el corazón se le va, hecho lástima encarnada, detrás de cuantos padecen. Y la bondad florece en milagro... Le conmueve la debilidad humana y concede el perdón aunque no se lo pidan... «Yo tampoco te condeno, vete y no peques más» dijo a la mujer sorprendida en adulterio.
El podía y quería sanar. «Caña quebrada no partirá y mecha mortecina no apagará» había profetizado Isaía (Is 42). Jesús sabía hacer renacer la llama de la ilusión en cualquier corazón abatido.
En nosotros, la misericordia es siempre proporcionada a nuestra unión real con Él, pues sólo eso puede darnos la valentía de renunciar a nosotros mismos para subvenir a las necesidade de los demás.
Nuestra caridad debe revestirse de misericordia y ser revelación, no sólo de su bondad, sino de ayuda concreta que devuelva las fuerzas, las energías y, sobre todo, la esperanza en la vida, que es don de Dios...
De nuestro Padre Santo Domingo se ha escrito: «Desde niño la compasión crecía con él y cargando sobre sus espaldas las desgracias de los demás, hacía suyo todo dolor ajeno. Su corazón era un hospital de desdichas; sus entrañas no estaban cerradas a la misericordia...»
«Hospital de desdichas...» Allí aparcaban toda suerte de desgracias y eran acogidas cálidamente, desde el hambre de los pueblos y los errores de las gentes, hasta cualquier tribulación de un fraile tentado. Y no quedaba en un mero sentimiento de compasión. Nuestro Padre descendía siempre al alivio concreto, a cubrir la necesidad a cualquier precio. Sería interminable recordar aquí la trayectoria de su misericordia.
Y es que no es tema para bella literatura, sino para hacer surcos en el corazón, hasta que duela de verdad y haga perder la tranquilidad, mientras haya miembros débiles en el cuerpo místico que padezcan miseria de cualquier clase. Decía San Pedro Crisólogo: «Tú que ayunas, piensa que tu campo queda en ayunas si ayuna tu misericordia; lo que siembras en misericordia, eso mismo rebosará tu granero, para que no pierdas a fuerza de guardar, recoge a fuerza de repartir. Al dar al pobre, te haces limosma a ti mismo, porque lo que dejes de dar a otro, no lo tendrás tampoco tú».
Jesús es exigente; el evangelio es tajante: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Ternura que debe hacernos prójimos del necesitado. Como el buen samaritano, encontrar tiempo para pararse... mirar... fijarse en la hondura de las heridas... curarlas... cargar con el desvalido y... que pongan a nuestra cuenta cuanto necesiten.
Toda comunidad humana tiene, sin duda, sus miembros más débiles; la humanidad está llagada por los cuatro costados... La misericordia debe ser, pues, una actitud permanente, porque «el amor de Dios no mora sino en los que practican la misericordia».

Avisos parroquiales 3 de febrero del 2008

- el 6 de febrero celebramos el MIÉRCOLES DE CENIZA, fecha con la que iniciamos el camino de preparación hacia la Pascua.
- Durante el tiempo de Cuaresma:
- no celebramos el sacramento del Bautismo hasta la Vigilia Pascual
- rezamos los viernes a las 6:30 pm el Via Crucis
- invitamos a todos a acercarse al Sacramento de la Penitencia cada día media hora antes de las misas.
- el martes 5, a las 8 de la noche, en el salón Santa Isabel hay reunión del Cosejo de Pastoral. No se hará el lunes por coincidir con la Misa Nueva de Fr. Fernando Morán en Sullana.

viernes, 18 de enero de 2008

Avisos parrqouiales Domingo 20 de enero 2008

- del 18 al 25 de enero celebramos el OCTAVARIO DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LAS IGLESIAS. Pidamos el don de la unidad sin el cual los discúpulos de Jesús no seremos creíbles.
- Domingo 27 a las 7:00 de la noche, Fr. Johny, Fr. Alfonso y Fr. Elmer, los novicios que nos han acompañado este año harán sus primeros votos. Estamos todos invitados a esta fiesta anual que hacemos los Franciscanos TOR.

martes, 8 de enero de 2008

Avisos Parroquiales. Domingo 13 de enero 2008

- No olvidemos que en vacaciones, el Domingo sigue siendo el DIA DEL SEÑOR, hagamos lo posible por asistir a la celebración dominical (a veces no sabemos que en la playa hay misa también) y por asistir vestidos como merece la celebración.
- Domingo 20 de las 8:00 am a las 5:30 pm en el estadio Mansiche GRAN JORNADA CATÓLICA DE ALABANZA Y SANACIÓN promovida por la Renovación Carismática Católica. La jornada contará con la presencia del P. RUFUS PEREIRA, de la India. Es una ocasión para que cada uno avive el don del Espíritu que recibimos en el Bautismo. Ponerse en contacto con la sra Julia de Koo o con el párroco.
- Domingo 27 a las 7:00 de la noche, Fr. Johny, Fr. Alfonso y Fr. Elmer, los novicios que nos han acompañado este año harán sus primeros votos. Estamos todos invitados a esta fiesta anual que hacemos los Franciscanos TOR.

PARA JOVENES. ....Toma el control de tu vida


¿Te imaginas no depender de nada ni de nadie para ser feliz? Lo que necesitas se llama sobriedad. Conócela
La sobriedad no sólo tiene que ver con no tomar y estar en tus cinco sentidos. Es una manera de ser que abarca mucho más que el simple hecho de no beber alcohol que nos permite controlarno ante cualquier cosa. El valor de la sobriedad nos ayuda a darle a las cosas su justo valor y a manejar con sentido común nuestros intereses y deseos, estableciendo en todo momento un límite entre lo razonable y lo estúpido.Piensa en cómo influye en ti el entorno que te rodea, la publicidad, por ejemplo. La idea que transmite de felicidad no es del todo cierta: necesitas tal tipo de ropa, equis aparato de sonido, etc. Parecería que no puedes vivir sin ese coche, sin esos pantalones, sin el reloj con el barómetro, sin la bolsa con nueve compartimentos, sin la nueva mascara de Ralf Loren… nooooooooooooo.Bueno, pues el problema no es tanto la publicidad como que la idea de que "tener más", "lo más novedoso" o lo "mas caro" se convierte en la base de nuestra seguridad personal, caemos en el despilfarro con tal de alimentar nuestra soberbia y vanidad por el deseo de sobresalir, de estar a la moda y de aparentar una mejor posición económica; sin reflexionar compramos 200 pares de zapatos (ropa, accesorios, etc.) por estar a un precio rebajado, compramos cuanto adorno y aparato aparece en el mercado para presumir... Ahí es donde la sobriedad se convierte en la mejor consejera. Este valor nos hace ver lo que de verdad necesitamos, lo indispensable y de utilidad; y, gracias a ella aprendemos a obtener el máximo uso y provecho de todo lo que tenemos, sin dejar las cosas prácticamente nuevas y sin utilizar. Para adquirir sobriedad hace falta autodominio, es muy claro si se ilustra con el exceso en la comida y la bebida por la imagen y efectos que produce, sin embargo, esta falta de control se manifiesta en el excesivo descanso y la distribución de nuestro tiempo: 10 horas del sábado viendo la tele, por ejemplo.También debemos ser sobrios en nuestra forma de hablar, de comportarnos y de vestir: ¿qué tal el chavo de tu salón de clases que no le para la boca?Cuando no ponemos límites, llegamos a una insatisfacción por sistema en la que siempre queremos más. De ahí surgen todos los vicios, desde el alcohol hasta las dorgas más pesadas, pasando por la dependencia a la comida, a la ropa, al sexo… y, todo esto nos arrebata nuestra libertad.Para vivir este valor no hace falta pensar en grandes cosas y privaciones, una vez más la respuesta esta en cuidar los pequeños detalles:- Antes de comprar algo reflexiona: si es necesidad, un simple lujo o un verdadero capricho. Si es el caso, no inventes necesidades, se valiente y reconoce que no vale la pena el gasto.- Usa las cosas y no las cambies simplemente porque en el mercado hay una nueva o porque todos tus amigos la compraron. En esta competencia sin fin tu bolsillo es el más afectado.- Reconoce tu verdadera situación económica y vive de acuerdo con tus posibilidades. Cuando te decidas a hacerlo, aprenderás que las personas te aceptan por lo que eres.- Habla sólo lo necesario. Transmite ideas más que palabras. - Viste de forma elegante y decorosa, la moda también puede cumplir con este requisito.- Evita el deseo de ser el centro de atención y aprende a divertirte: el alcohol, las bromas de mal gusto y los desmanes, manifiestan inseguridad y falta de autodominio.- Haz el propósito de moderar tus gustos y apetitos: pon orden en tus comidas, en tus horarios, aprovecha tu tiempo libre en aficiones que teenriquezcan (aprender a tocar la guitarra, por ejemplo.La sobriedad no es negación ni privación. Es poner a tu voluntad y a tu persona por encima de las cosas, los gustos y los caprichos, dominándolos para no vivir bajo su dependencia. Es muy natural que al estar condicionados por nuestros impulsos, nos cueste trabajo dejarlos, pero nunca es tarde para comenzar, con pequeños esfuerzos, fortalecemos nuestra voluntad y desarrollamos este valor necesario para aprender a administrar nuestro tiempo y nuestros recursos, además de construir una verdadera personalidad.

martes, 1 de enero de 2008

Avisos Parroquiales. Domingo 6 de enero del 2008

- lunes 7 a las 8:00 pm Reunión del Consejo de Pastoral en el salón santa Isabel.
- en el Bingo que hicimos el tercer domingo de diciembre hemos recaudado a la fecha 3.270,00 soles. Gracias a la generosidad de cada uno podremos renovar el equipo de megafonía, al menos una parte, que falta nos hace antes de empezar con las bancas.
- a Otuzco, el sábado pasado, para nuestra peregrinación anual fuimos más de 85 personas, viviendo así juntos una jornada de oración y acción de gracias en el lugar en el que se venera la Inmaculada Virgen de la Puerta
- Domingo 20 de las 8:00 am a las 5:30 pm en el estadio Mansiche GRAN JORNADA CATÓLICA DE ALABANZA Y SANACIÓN promovida por la Renovación Carismática Católica. La jornada contará con la presencia del P. RUFUS PEREIRA, de la India. Es una ocasión para que cada uno avive el don del Espíritu que recibimos en el Bautismo. Ponerse en contacto con la sra Julia de Koo o con el párroco.

PALABRA DE VIDA enero 2008


“Oren sin cesar” (1Tes. 5, 17)
La “Semana de oración por la unidad de los cristianos” celebra este año su centenario. “El Octavario de oración por la unidad de los cristianos” tuvo lugar por primera vez en 1908. Sesenta años más tarde, en 1968, la Semana de oración por la unidad de los cristianos fue preparada conjuntamente por la Comisión Fe y Constitución (Consejo Ecuménico de Iglesias) y el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos (Iglesia católica). Es así como cada año es de práctica común encontrarse juntos, cristianos católicos y de distintas Iglesias, para preparar un libreto con las sugerencias para la celebración de la Semana de oración.
La Palabra elegida este año por un amplio grupo ecuménico de Estados Unidos, ha sido tomada de la primera carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica, en Grecia. Se trataba de una comunidad pequeña, joven, y Pablo sentía la necesidad de que la unidad entre sus miembros fuera cada vez más sólida. Por eso los invitaba a “vivir en paz unos con otros” y a ser pacientes con todos, a no devolver mal por mal, sino a hacer el bien unos a otros y a todos, y también a “orar sin cesar”, como subrayando que la vida de unidad en la comunidad cristiana es posible únicamente a través de una vida de oración. Jesús mismo oró al Padre por la unidad de los suyos: “que todos sean una sola cosa”1.
“Oren sin cesar”
¿Por qué “orar sin cesar”? Porque la oración hace a la esencia de la persona en cuanto ser humano. Hemos sido creados a imagen de Dios, como un “tú” de Dios, en condiciones de estar en relación de comunión con él. La relación de amistad, el coloquio espontáneo, simple y verdadero con él –que es la oración– es por eso constitutivo de nuestro ser, hace posible que lleguemos a ser personas auténticas, en la plena dignidad de hijos e hijas de Dios.
Creados como un “tú” de Dios, podemos vivir en constante relación con él, con el corazón colmado de amor por el Espíritu Santo y la confianza que se le tiene al propio Padre: esa confianza que lleva a hablarle a menudo, a tenerlo al tanto de todas nuestras cosas, nuestras preocupaciones, nuestros proyectos; esa relación confidencial que hace que uno espere con impaciencia el momento dedicado a la oración – reservado en la jornada de otros compromisos de trabajo, de familia–, para ponernos en contacto profundo con Aquel por el que sabemos que somos amados.
Es necesario “orar sin cesar” no sólo por nuestras necesidades, sino también para contribuir a la edificación del Cuerpo de Cristo y a la plena y visible comunión en la Iglesia de Cristo. Este es un misterio que de alguna manera podemos intuir pensando en los vasos comunicantes: cuando se introduce agua nueva en uno de ellos, el nivel del líquido se eleva en todos. Lo mismo sucede cuando uno ora. La oración es una elevación del alma a Dios para adorarlo y agradecerle. De la misma manera, cuando uno se eleva, se elevan también los demás.
“Oren sin cesar”
¿Cómo hacer para “orar sin cesar”, especialmente cuando nos encontramos en la vorágine de la vida cotidiana? “Orar sin cesar” no significa multiplicar los actos de oración, sino orientar el alma y la vida a Dios, vivir cumpliendo su voluntad: estudiar, trabajar, sufrir, descansar y, también, morir por él. Hasta el punto de no poder vivir cada día sin estar en sintonía con él. Nuestra actividad se transforma entonces en acción sagrada y toda la jornada se convierte en oración.
Algo que nos puede ayudar es ofrecer a Dios cada acción acompañándola con un: “Por ti, Jesús”; o bien, en las dificultades: “¿Qué es lo que importa? Amarte importa”. Así lo transformaremos todo en un acto de amor. Y entonces la oración será continua, porque será continuo el amor.
Chiara Lubich