«El Espíritu de la verdad (…) los introducirá en toda la verdad» (Jn 16, 13)
Junio de 2007
El Evangelio cautiva con sus palabras de verdad. En él habla aquél que ha dicho: “Yo soy la Verdad”1. Nos abre de par en par el misterio infinito de Dios y nos hace conocer su proyecto de amor sobre la humanidad: nos da la Verdad.Pero la Verdad tiene la profundidad infinita del misterio. ¿Cómo comprenderla y vivirla en plenitud? Jesús mismo sabe que no podemos soportar su “peso”. Por eso, antes de volver al Padre, en la última cena con los discípulos promete que enviará su mismo Espíritu para que sea él quien nos explique sus palabras y nos las haga vivir.La comunidad de los creyentes conoce la verdad porque vive de Jesús. Al mismo tiempo está en camino hacia la “plenitud de la verdad”, bajo la guía segura del Espíritu.La historia de la Iglesia puede ser leída como la historia de la comprensión gradual y cada vez más profunda del misterio de Jesús y de su Palabra. El Espíritu la conduce a lo largo de ese camino de muchas maneras: con la contemplación y el estudio de los creyentes, con los carismas de los santos, con el Magisterio de la Iglesia2.El Espíritu habla también en el corazón de cada creyente, donde él habita, haciendo sentir su “voz”. Sugiere, en cada ocasión, perdonar, servir, dar, amar. Enseña lo que está bien y lo que está mal. Recuerda y hace vivir las Palabras de Vida que el Evangelio siembra en nosotros mes a mes.
«El Espíritu de la verdad (…) los introducirá en toda la verdad»
¿Cómo vivir esta Palabra de Vida? Escuchando esa “voz” que habla en nosotros con docilidad, al Espíritu Santo que guía, exhorta, impulsa.“El cristiano –explica Chiara Lubich– debe caminar bajo el impulso del Espíritu, para que el Espíritu pueda obrar en su corazón con su potencia creadora y llevarlo a la santificación, a la divinización y a la resurrección”.Para comprender mejor esa “voz”, casi amplificada, Chiara invita a vivir en unidad entre nosotros, de modo que aprendamos a escuchar la voz del Espíritu no sólo dentro de nosotros, “sino también presente entre nosotros unidos en el Resucitado”.El Espíritu, cuando está Jesús entre nosotros, “perfecciona la escucha de su voz en cada uno. En efecto, por su presencia entre nosotros, la voz del Espíritu es como un altoparlante de su voz en nosotros.“Siempre nos ha parecido que la mejor manera de amar al Espíritu Santo, de honrarlo, de tenerlo presente en nuestro corazón fuese precisamente el escuchar su voz, que puede iluminarnos en todos los instantes de nuestra vida (…). Además, escuchando ‘esa’ voz, con gran sorpresa se comprueba cómo se camina hacia la perfección: los defectos poco a poco desaparecen y las virtudes se realzan”.
«El Espíritu de la verdad (…) los introducirá en toda la verdad»
Esta Palabra de Vida, leída en la festividad de la Santísima Trinidad, nos invita a invocar al Espíritu Santo: “Oh, Espíritu Santo, no te pedimos otra cosa que Dios por Dios. (…) Haz que vivamos la vida que nos queda (…) solamente, siempre y en cada instante en función de ti, el único a quien queremos amar y servir.¡Dios! Dios, espíritu puro, al que nuestra humanidad puede hacer de cáliz vacío para ser colmada…Dios, que debe traslucir de nuestra alma, de nuestro corazón, de nuestro semblante, de nuestras palabras, de nuestros actos, de nuestro silencio, de nuestro vivir, de nuestro morir, de nuestro aparecer, de nuestra desaparición de la tierra, donde podemos y debemos dejar sólo una estela luminosa de su presencia, de Él presente entre nosotros, entre las materias y los escombros del mundo, que vive o que se derrumba, en la alabanza o en la vanidad de todas las cosas, como escabel o como lugar despejado de todo, para hacer lugar al Todo, al Único, al Amor”3.
por Fabio Ciardi y Gabriela Fallacara
1) Jn 14, 6; 2) Cf Dei Verbum, 8; 3) Chiara Lubich, La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, Buenos Aires 2005, p. 193.